Podrían haber sido unas gafas, una pulsera que se pliegue en el antebrazo o un proyector de bolsillo. Apple decidió pensar desde cero cómo quería que fuese su primer wearable, los aparatos tecnológicos que llevan puestos los usuarios, y decidió hacer un reloj. Como es norma en la casa, no son los primeros en llegar, pero sí los que más tiempo han dedicado a pensar en ello. Y se han esmerado para que haya una lógica detrás del nuevo producto, que sale al mercado en México y España este viernes 26 de junio.
El Apple Watch, cuyo precio inicial en España será de 419 euros, es diferente en muchos aspectos de lo visto hasta ahora. Su padre espiritual, Kevin Lynch, fichado por Adobe en 2013, asegura que para concebirlo se inspiraron en la historia. Los relojes de muñeca nacieron a la vez que la aviación moderna, cuando el piloto Alberto Santos Dumont se quejó a su amigo Louis Cartier de lo inútil que le resultaban los modelos de bolsillo mientras tenía ambas manos controlando la aeronave. Al mismo tiempo, necesitaba saber cuánto tiempo había transcurrido desde el despegue y para cuánto tendría combustible.
Siguiendo esta línea, el reloj pretende suplir la necesidad de mirar el teléfono de manera constante y busca ser útil. Por supuesto, da la hora. Se pueden escoger diseños con información diversa: temperatura, estado de la batería o la hora en otro lugar del planeta que se escoja. A pesar de que la personalización resulta sencilla con numerosas opciones, parece que causa furor llevar a Mickey Mouse con sus manos haciendo de agujas sobre una esfera analógica.
La experiencia de compra también es distinta de lo habitual en los productos de la manzana. No habrá fila en la puerta de las tiendas y Apple no quiere que las haya. Al contrario, prefiere que se concreten citas en la web o usando la aplicación Apple Store en un iPhone o iPad. Se puede comprar online para recibirlo en casa, hacer una reserva para acudir a alguna de las tiendas físicas de Apple o —esta es la opción más recomendable— pedir hora para probar en la tienda qué modelo se ajusta más al gusto del consumidor. Así se sabrá si se prefiere la versión de 38 milímetros o de 42. No solo depende del tamaño de la muñeca, sino también de las preferencias de cada comprador.
Si se compra online, cabe la posibilidad de que el cliente salga en el mismo día con el reloj en la muñeca. Basta con ir a recogerlo siempre que tanto la montura como la correa estén disponibles. La aplicación confirmará estos detalles antes de proceder al pago.
Una vez se tiene el reloj en las manos, lo mejor es configurarlo: la carga de su batería es suficiente para ponerlo a dar sus primeros pasos. Tan solo es necesario instalar una aplicación en el móvil que guiará al usuario durante el proceso. El proceso que sigue la app resulta sencillo: primero conecta ambos dispositivos y después comienza a instalar las aplicaciones que son compatibles y ya están en el móvil.
Por primera vez con Apple, un producto suyo deja la sensación de que nos pide demasiado: hace demasiadas preguntas para adaptarse. Ya no es cuestión de "pulso un botón y funciona", sino que es preciso decidirse entre un sinfín de notificaciones: WhatsApp, Twitter, Facebook, el calendario... Si bien produce cierta ansiedad al inicio, resulta muy práctica esa inversión de tiempo para evitar después constantes interrupciones.
El Apple Watch no suple al teléfono, pero permite contestar llamadas, mandar SMS —también pequeños dibujos hechos sobre la superficie del reloj— o contactar con Siri, su asistente de voz. A pesar de estas supuestas carencias, la consultora Slice Intelligence calcula que solo en Estados Unidos Apple ya ha vendido 2,7 millones de unidades.
Puede, no obstante, que en el futuro el nuevo gadget dé mucho más de sí. iOS 9, el sistema operativo presentado durante su conferencia y que llegará a iPhones y iPads en septiembre dará sentido a muchas de las ideas que por ahora quedan en mera intención. Por ejemplo, las aplicaciones para hacer deporte, como Runtastic, Endomondo o Strava, sumarán todas las actividades dentro de la genérica de Apple. Se rompe así con la molesta decisión de elegir una para monitorizar el rendimiento. Los deportistas también agradecerán poder conectar el reloj a una banda de ritmo cardíaco en el pecho a través de Bluetooth al reloj. Se puede salir a correr sin el móvil, pues almacena canciones y cuenta con GPS para llevar el control de la ruta.
La pregunta final es "¿lo necesito?". Y la respuesta es que probablemente, no. La prueba de fuego es dejarse el reloj olvidado en casa al salir por la mañana. El impulso de volver a por él, como si fuera un teléfono, en este caso no surge. Aunque también es cierto que hace cinco años no necesitábamos iPhones...
Apple Watch, mucho más que notificaciones